La parálisis del gobierno estadounidense entra en su cuarta
semana y amenaza con agravar una crisis social sin precedentes. Con los fondos
federales bloqueados, el programa de asistencia alimentaria SNAP —del que
dependen 42 millones de ciudadanos— podría agotarse el próximo viernes, dejando
a millones de familias sin recursos para cubrir sus necesidades básicas.
El vicepresidente J.D. Vance aseguró que las tropas
recibirán su salario “por ahora”, pero no precisó de qué manera la
administración de Donald Trump reconfigurará el presupuesto. Mientras tanto,
miles de empleados federales siguen sin cobrar y los sindicatos reclaman una
solución inmediata al Congreso.
Desde el Senado, los republicanos insisten en un acuerdo
que permita una reapertura parcial, pero los demócratas se mantienen firmes:
exigen que cualquier resolución incluya garantías para la atención médica y
subsidios de la Ley de Cuidado de Salud Asequible. El diálogo, sin embargo,
sigue bloqueado por completo.
El líder demócrata Chuck Schumer calificó la decisión del
gobierno de no financiar el programa SNAP en noviembre como “un acto de
crueldad deliberada”, mientras que los republicanos responsabilizan a la
oposición por “usar a los trabajadores como rehenes políticos”. En medio del
cruce de acusaciones, el impacto humano crece cada día.
Las organizaciones sociales alertan que, si no se
restablece la financiación en las próximas 48 horas, millones de familias
podrían quedarse sin asistencia y los bancos de alimentos ya no darán abasto.
El cierre, advierten los expertos, amenaza con transformarse en una crisis
humanitaria dentro de la principal potencia económica del mundo.
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