El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de 79 años,
fue diagnosticado con insuficiencia venosa crónica tras presentar hinchazón en
las piernas. La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, informó
que se trata de una "afección benigna y corriente", descartando así
una trombosis venosa profunda o enfermedad arterial, lo que había generado
especulaciones sobre su salud.
El diagnóstico se produjo tras un examen médico al que fue
sometido el mandatario republicano. La insuficiencia venosa crónica se
caracteriza por el mal funcionamiento de las venas dañadas en las piernas, lo
que impide un flujo sanguíneo adecuado. Este anuncio busca calmar los rumores
surgidos a raíz de fotografías recientes que mostraban hematomas en las manos
de Trump, los cuales, según Leavitt, se deben a "una leve irritación de
los tejidos blandos causada por los frecuentes apretones de manos y el uso de
aspirina" que el presidente toma para prevención cardiovascular.
La noticia sobre la salud de Trump se da en un contexto de
intensa actividad política, marcada por decisiones como el reciente cierre de
la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Esta
medida, ordenada por el gobierno de Trump, ha generado fuertes cuestionamientos
de expresidentes como George W. Bush y Barack Obama, quienes advierten sobre
las graves consecuencias humanitarias que podría acarrear la interrupción de la
ayuda exterior.
El cierre de USAID, que según un estudio de la revista
médica The Lancet podría resultar en la muerte de 14 millones de personas
adicionales para 2030, refleja la política de recortes de gastos
gubernamentales impulsada por la administración actual. Funcionarios y
organizaciones humanitarias alertan sobre el impacto global de estas
decisiones, señalando que agravarán emergencias y debilitarán países estables,
lo que a su vez podría intensificar los flujos migratorios que Trump busca
frenar.