El conflicto que mantuvo en vilo al sector agroindustrial
argentino durante años llegó a un punto decisivo: la cerealera Grassi se quedó
con el control de Vicentin, tras la resolución del juez de Reconquista, Fabián
Lorenzini. El magistrado entendió que la empresa santafesina cumplió con las
mayorías necesarias en el proceso de cramdown, el mecanismo legal previo a la
quiebra.
La decisión marca el cierre de una etapa compleja para una
compañía que llegó a facturar más de USD 4.300 millones anuales y que fue eje
de uno de los mayores defaults privados del país. Grassi se impuso ante el
consorcio formado por Molinos Agro y Louis Dreyfus Company, tras un intenso
proceso de presentación de avales y apoyos de acreedores.
El juez estableció un plazo de cinco días hábiles para
posibles impugnaciones. Mientras tanto, el vicepresidente y CEO de Grassi,
Mariano Grassi, celebró el resultado y anticipó inversiones para reactivar las
plantas paralizadas. “Ganamos de manera legítima; ahora queremos devolverle a
Vicentin la normalidad y la producción”, afirmó.
El plan de Grassi incluye un esquema de pagos escalonados a
productores, con opciones en soja, recupero de créditos en dólares y adelantos
de efectivo. Además, la firma aseguró que no habrá cierres de plantas ni
despidos. “Nada se cierra, nadie se va”, aseguró el directivo.
Con esta resolución, la histórica agroexportadora de
Avellaneda inicia una nueva etapa. El desafío será recuperar la confianza del
mercado y de sus acreedores, y volver a posicionarse como uno de los pilares
del comercio granario argentino.
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