Los huracanes, conocidos también como ciclones tropicales,
son sistemas de baja presión que se desarrollan sobre océanos cálidos,
principalmente en regiones tropicales, al final del verano. Su formación
requiere temperaturas del mar superiores a 26 °C y condiciones atmosféricas
específicas que permiten la rotación de los vientos.
En Argentina, las condiciones oceánicas no son favorables
para su desarrollo. Las temperaturas del mar en la costa atlántica rara vez
superan los 20 °C, por lo que los meteorólogos coinciden en que la probabilidad
de que un huracán alcance el territorio nacional es prácticamente nula. Sin
embargo, el país sí enfrenta fenómenos meteorológicos severos como tornados,
granizadas e inundaciones, principalmente en la llanura pampeana y chaqueña.
En América Latina, las zonas de mayor riesgo se concentran
en el Caribe, Centroamérica y la costa este de Estados Unidos. México registra
huracanes tanto en el Atlántico como en el Pacífico gracias a las aguas
cálidas, mientras que Brasil y la costa oeste sudamericana permanecen
protegidos por corrientes frías que impiden la formación de estos fenómenos.
El cambio climático agrega incertidumbre al escenario. La
temperatura global ha aumentado más de 1,5 °C desde la era preindustrial, lo
que podría incrementar la intensidad de los huracanes y la proporción de
tormentas extremas. No obstante, la frecuencia total de ciclones podría
mantenerse estable, según los modelos climáticos de la NOAA y el GFDL.
Los expertos advierten que, aunque Argentina permanece
fuera del riesgo directo, es fundamental estar preparados ante otros eventos
climáticos severos y monitorear la evolución de los huracanes en zonas
vulnerables de la región, dado el potencial impacto del calentamiento global en
la dinámica atmosférica y oceánica.
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