Carlos Ancapichun, el hombre que durante años cuidó la residencia de la reina Máxima Zorreguieta en Villa La Angostura, se encuentra desaparecido desde hace más de tres semanas en Chile. Fue visto por última vez en el Parque Nacional Puyehue, un lugar con una sombría historia familiar: su propio padre desapareció en esa misma área en 1950 y nunca fue encontrado. "Este es el bosque que no devuelve", comentó una vecina.

Ancapichun había viajado a Chile para visitar a su familia y se dirigía a un terreno en el Parque Nacional Puyehue donde tenía la intención de construir su casa. Tres días después de su desaparición, su camioneta fue hallada estacionada en un sendero boscoso rumbo al centro de esquí Antillanca. El vehículo estaba cerrado, sin signos de violencia y con todas sus pertenencias, incluyendo herramientas, ropa y las llaves que solía esconder. Su nieto, Mirko, expresó a Río Negro la extrañeza de la situación: "Ni siquiera se cambió para entrar al bosque, como siempre hacía. Además, el lugar donde dejó la camioneta está a solo 150 metros del destino al que quería llegar. Si se hubiera perdido, ya lo habríamos encontrado".

Desde entonces, brigadas de rescate, perros rastreadores, drones y voluntarios han peinado sin éxito la densa selva valdiviana, caracterizada por cañadones profundos, pantanos, cascadas y una vegetación tan tupida que dificulta el avance. Las condiciones climáticas extremas, con frío polar y lluvias constantes, han complicado aún más las labores de búsqueda. Ricardo Has, jefe del cuerpo de rescate BRZA de Villa La Angostura, quien viajó a Chile para colaborar, describió la zona como "virgen, muy húmeda, de difícil acceso. Son 700 hectáreas y hay zonas donde literalmente te hundís".

Carlos Ancapichun es una figura querida en Villa La Angostura, donde durante años atendió la propiedad de la familia de la reina Máxima en el country Cumelén, preparaba su embarcación y la acompañaba en sus paseos. Su desaparición ha conmocionado a toda la comunidad.

La trágica coincidencia con la desaparición de su padre en 1950 en el mismo sector del Parque Nacional Puyehue añade un velo de misterio y dolor a la situación. "Mismo apellido. Mismo bosque. Mismo silencio", concluye el reporte, destacando la inquietante repetición de un destino fatal en un entorno natural tan bello como implacable. A pesar del amplio despliegue de bomberos, el Ejército chileno, brigadas de homicidios y grupos especializados, no hay rastros del hombre: ni una prenda, ni una huella, solo el eco de una tragedia familiar que parece repetirse.