El próximo 30 de junio, la rebaja temporaria de las
retenciones a la soja, el principal motor de exportaciones de Argentina, llega
a su fin. Esta decisión clave, que se confirmará el 1 de julio, pone al
Gobierno en una encrucijada: el beneficio fiscal de subirlas frente a los
posibles riesgos económicos y políticos en un año electoral.
La exclusión de la soja y el maíz de la prórroga de la baja
de alícuotas (que sí se extendió para el trigo y la cebada) ya generó malestar
en el sector agropecuario, justo antes de la tradicional Exposición Rural de
Palermo. Sin embargo, las implicancias van más allá y podrían impactar
directamente en el mercado cambiario, a pocos meses de las elecciones.
Según estimaciones del consultor Javier Preciado Patiño, la
rebaja de retenciones durante el segundo trimestre (el de la cosecha gruesa)
tuvo un costo fiscal de alrededor de USD 800 millones. Esta medida se tomó para
asegurar una fuerte liquidación de divisas. De no haber reducido los aranceles,
el Gobierno habría recaudado USD 3.500 millones, en lugar de los cerca de USD
2.700 millones que efectivamente ingresaron. La soja representa el 86% de esos
USD 800 millones no recaudados.
El dilema de subir las retenciones y sus consecuencias
Si el Gobierno decide restituir las retenciones a la soja
del 26% al 33%, el productor verá seriamente afectada su rentabilidad. Preciado
Patiño advierte que esta medida podría generar "un agosto y septiembre con
bajas ventas, con presión sobre el tipo de cambio, justo en plena campaña
electoral". El consultor estima que aún quedan entre 20 y 22 millones de
toneladas de soja por vender, y considera bajas las posibilidades de que el
mercado compense la caída de esos siete puntos porcentuales. La única esperanza
del Gobierno, según él, sería que la industria aceitera sostenga las compras
para mantener sus plantas activas, máxime después de la reciente compra de
harina de soja por parte de China tras años de ausencia.
Una suba de las retenciones también tendría un impacto
negativo en los insumos y la actividad económica en las zonas agrícolas.
Además, representaría un costo político significativo de cara a la Exposición
Rural de Palermo y al inicio de la campaña electoral. "Si el Gobierno sube
las retenciones va a pagar un costo político importante, porque se pone en
contra el voto rural en Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y el interior de Buenos
Aires. Y necesita acumular apoyos para demostrarle a los inversores extranjeros
que la situación política está bajo control", señaló Preciado Patiño.
Análisis fiscal vs. cambiario: ¿Qué primará?
El analista David Miazzo sugiere que la decisión oficial se
debate entre dos frentes: el fiscal y el cambiario. Miazzo argumenta que, desde
una perspectiva fiscal, el Gobierno podría permitirse mantener las retenciones
bajas. La recaudación que se resignaría por no subir las alícuotas de soja y
maíz equivale a un 0,1% del PBI, y el superávit fiscal ya alcanzó el 0,3% en
los primeros cinco meses del año.
"Si el Gobierno puede permitirse seguir con las
retenciones bajas desde lo fiscal, ¿por qué se va a arriesgar a meter ruido en
lo cambiario?", se preguntó Miazzo. En su análisis, una suba de
retenciones en julio implicaría que el productor reciba un 10% menos por cada
tonelada de soja, lo que probablemente lo llevaría a vender solo lo
indispensable durante uno o dos meses, esperando una mejora en el tipo de
cambio o una nueva rebaja de retenciones. Esto podría generar una expectativa
en el mercado que alteraría el piso del dólar.
Aunque el sector agropecuario ya ha manifestado su
descontento por la exclusión de la soja y el maíz del decreto de prórroga,
algunos analistas mantienen la esperanza de una "sorpresa" en la
madrugada del 1 de julio, con una posible extensión de la baja de retenciones
para estos cultivos. Argumentan que el Gobierno no desaprovecharía ni un día
para asegurar el ingreso de dólares por la soja y el maíz. Si esto ocurriera,
el malestar inicial del campo habría valido la pena para el Gobierno, ya que
los ingresos registrados para exportar en junio superarían los USD 5.300
millones, con una parte significativa derramando en julio, asegurando así la
entrada de divisas.