Rusia lanzó durante la madrugada un ataque aéreo de gran escala contra Ucrania, utilizando misiles hipersónicos Kinzhal para impactar en instalaciones industriales y energéticas, en una nueva escalada del conflicto iniciado en 2022.

Las autoridades rusas justificaron la ofensiva como represalia por recientes acciones ucranianas en su territorio. Sin embargo, el presidente Volodimir Zelensky afirmó que los bombardeos alcanzaron infraestructuras civiles en al menos siete regiones y dejaron a miles de personas sin suministro eléctrico.

La ciudad portuaria de Odessa fue una de las más castigadas. Funcionarios locales describieron el ataque como uno de los más intensos registrados, con incendios, edificios dañados y al menos cuatro heridos confirmados por los servicios de emergencia.

Los cortes de energía afectaron también al abastecimiento de agua, calefacción y transporte público, ya que varias subestaciones quedaron fuera de servicio, paralizando tranvías y trolebuses en amplios sectores urbanos.

Mientras Kiev insiste en que Moscú busca “infligir el máximo dolor a la población”, la comunidad internacional sigue con preocupación el aumento de la violencia y el impacto directo sobre civiles, en un escenario que complica cualquier intento de distensión diplomática.

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