Desde Oslo, donde recibió el Premio Nobel de la Paz por su
resistencia frente al régimen venezolano, María Corina Machado analiza un viaje
estratégico a Washington antes de regresar a la clandestinidad en Venezuela. La
dirigente considera que es el momento de consolidar apoyos internacionales y
delinear su hoja de ruta para una transición que, según anticipa, podría
acelerarse.
En Estados Unidos, Machado buscaría reunirse con
autoridades de la Casa Blanca y el Capitolio para agradecer el respaldo
político recibido y exponer los pasos que, a su juicio, deben ejecutarse si el
chavismo entra en una fase terminal. El endurecimiento de la presión
estadounidense sobre Nicolás Maduro, impulsado por Donald Trump, configura un
escenario que la dirigente considera determinante.
Aunque evita pronunciarse sobre las acciones militares o de
seguridad que Washington despliega en la región, la opositora respalda la
estrategia de cerco que ha debilitado el margen de maniobra del régimen.
Asegura que cada país ejerce su derecho a la defensa, sin intervenir
directamente en decisiones ajenas.
El posible encuentro con Trump permanece en suspenso por la
volatilidad de su agenda, pero en Washington destacan el rol central de Machado
en la articulación de una transición democrática. En paralelo, la agenda
legislativa estadounidense se ralentiza a fin de año, lo que complica la
coordinación de reuniones con congresistas clave.
La líder venezolana sabe que su regreso al país será
decisivo, en un contexto marcado por denuncias de violaciones de derechos
humanos, una economía exhausta y la influencia de potencias que sostienen al
chavismo. Aun así, insiste en avanzar con prudencia. “Un día a la vez”, repite,
mientras define si su próxima escala será Washington.
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