Los cables submarinos transportan más del 95% del tráfico mundial de datos, pero hoy están bajo amenaza. En lo que expertos califican como una "guerra silenciosa", numerosos incidentes recientes –principalmente en Asia y Europa– alertan sobre posibles sabotajes que podrían tener impacto económico, militar y social global. China aparece como el principal sospechoso de maniobras encubiertas, mientras potencias occidentales refuerzan su seguridad en las rutas oceánicas.
Uno de los casos más llamativos ocurrió en Taiwán, donde el
buque Hongtai fue detenido tras cortar un cable clave que conectaba islas del
país. Según la Guardia Costera, la nave tenía nombres falsos y una tripulación
que modificó su testimonio varias veces. Las imágenes muestran al barco anclado
sobre el cable dañado, lo que refuerza la teoría de sabotaje premeditado.
Además del caso taiwanés, otros cortes han sido detectados
en el mar Báltico, con embarcaciones ligadas a Rusia como presuntas
responsables. La OTAN, EE. UU. y Japón ya desarrollan programas de vigilancia
submarina, y organismos internacionales impulsan protocolos para proteger estas
infraestructuras críticas.
El impacto va más allá del acceso a internet: los cables
también sostienen sistemas financieros globales, redes militares, inteligencia
artificial y la nube. Natalia Zuazo, especialista en política digital, advierte
que su manipulación puede paralizar regiones enteras o desatar crisis
sistémicas. Aunque muchos daños podrían ser accidentales, la frecuencia y
ubicación de los incidentes despiertan fuertes sospechas.
América Latina no está exenta. Argentina, por ejemplo,
depende de rutas como Las Toninas o Fortaleza. Si uno de esos cables cae, la
región podría quedar desconectada por completo. Mientras tanto, los océanos se
perfilan como el nuevo campo de batalla de una guerra sin balas pero con
efectos globales.
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