Donald Trump volvió a agitar el escenario político
estadounidense al acusar a Barack Obama de “traición” y de liderar un “intento
de golpe de Estado” en 2016. Las declaraciones surgen mientras enfrenta
cuestionamientos por su aparente falta de acción en la causa Epstein, que
volvió a ocupar la agenda pública.
El exmandatario también señaló a Hillary Clinton, Joe Biden
y altos exfuncionarios de inteligencia como parte de una supuesta conspiración
para impedir su llegada al poder. Las afirmaciones no tienen respaldo en
pruebas ni en investigaciones judiciales, pero fueron celebradas por sectores
de su base más radical.
En paralelo, la Casa Blanca intenta contener el malestar
conservador por la falta de avances en el esclarecimiento del caso Epstein.
Ghislaine Maxwell, expareja del financista condenado, podría ser clave: el
vicefiscal general anunció que buscará reunirse con ella en los próximos días.
El equipo de Trump niega cualquier intento de encubrimiento
y prometió divulgar “toda prueba creíble” relacionada con el caso. Sin embargo,
el creciente reclamo interno por mayor transparencia llevó al propio Trump a
arremeter contra algunos miembros del Partido Republicano.
Un portavoz de Obama calificó las acusaciones como
“ridículas” y un “intento desesperado de desviar la atención”. Mientras tanto,
Trump continúa elevando el tono, combinando denuncias sin sustento con el
objetivo de mantener el apoyo de su núcleo electoral más fiel.
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