Un estudio internacional pionero ha descifrado el genoma
completo de un hombre enterrado en Egipto hace 4.500 años, durante la
construcción de las primeras pirámides. El sorprendente hallazgo revela una
mezcla de linajes norteafricanos y mesopotámicos en el ADN de este artesano,
ofreciendo la primera evidencia genética directa de las migraciones humanas que
moldearon la civilización del antiguo Egipto.
El esqueleto, encontrado en la necrópolis de Nuwayrat, 265
kilómetros al sur de El Cairo, y conservado en el Museo Mundial de Liverpool,
permitió a un equipo de científicos secuenciar su genoma. El análisis,
publicado en la revista Nature, mostró que el 78% de la ascendencia genética
del individuo era norteafricana, similar a poblaciones neolíticas del actual
Marruecos, mientras que un significativo 22% procedía del Creciente Fértil, la
región que abarca la antigua Mesopotamia.
Este descubrimiento desafía la visión tradicional de una
civilización egipcia aislada, sugiriendo un contacto genético mucho más
profundo con las poblaciones de Asia Occidental de lo que se creía, más allá de
los intercambios culturales documentados por la arqueología. El hombre vivió
entre 2855 y 2570 a.C., un período crucial de transición entre el Periodo
Dinástico Temprano y el Imperio Antiguo, fases clave en el desarrollo de la
civilización egipcia. Su entierro en una vasija de cerámica indica que poseía
cierto estatus.
Joel Irish, profesor de Antropología en la Universidad John
Moores de Liverpool, explicó que las marcas en el esqueleto del individuo
apuntan a una ocupación artesanal, posiblemente relacionada con la cerámica y
el uso del torno, tecnologías que llegaron a Egipto en esa misma época.
La extracción y secuenciación del ADN fue un desafío debido
al clima cálido y seco de Egipto, que dificulta la conservación del material
genético antiguo. Sin embargo, el equipo del Instituto Francis Crick y la
Universidad John Moores empleó técnicas avanzadas para obtener el genoma
completo, verificando su autenticidad. Los análisis isotópicos complementarios
revelaron que el artesano creció en el valle del Nilo, con una dieta rica en
proteínas animales y vegetales.
Pontus Skoglund, líder del grupo de investigación en el
Laboratorio de Genómica Antigua del Instituto Francis Crick, destacó la
trascendencia del hallazgo: "Este descubrimiento ofrece la primera
evidencia genética de posibles movimientos de personas en Egipto en ese
momento", abriendo una nueva vía para entender la diversidad ancestral del
antiguo Egipto más allá de la arqueología.
Aunque este estudio se basa en un solo individuo y no debe
extrapolarse a toda la población egipcia antigua, sus implicaciones son
enormes. Refuerza décadas de investigaciones arqueológicas sobre los contactos
entre Egipto y el Creciente Fértil, y confirma que la civilización egipcia se
desarrolló en constante interacción con poblaciones vecinas. El equipo prevé
ampliar la muestra en futuras investigaciones para trazar la evolución genética
de Egipto con mayor precisión.