En noviembre de 2017, la aparición del billete de $1.000,
adornado con la figura del hornero, fue recibida con una mezcla de resignación
y alivio. Si bien era un reflejo de la persistente inflación argentina, también
representaba una solución práctica para las crecientes necesidades de efectivo.
En aquel entonces, este billete permitía llenar un changuito con alimentos
básicos, pagar una cena para dos o cargar un tanque completo de nafta súper.
Hoy, casi siete años después, la historia es muy distinta.
La inflación acumulada desde su emisión supera el 7.000%, según mediciones del
INDEC hasta mayo de 2025, pulverizando su poder adquisitivo. Lo que antes
equivalía a unos USD 57, hoy apenas alcanza para cubrir una fracción mínima de
esos productos. Un billete de $1.000 ya no es suficiente para comprar un kilo
de carne o una botella de aceite.
El contraste es abismal:
En 2017, con $1.000 podías comprar:
En junio de 2025, con $1.000 solo podés comprar:
Esta dramática devaluación del billete de $1.000 es un
crudo reflejo de la inflación descontrolada que castiga la economía argentina.
Aunque nominalmente sigue siendo una de las denominaciones más altas, su valor
real lo ha convertido en una unidad mínima, apenas útil para transacciones de
bajo monto.
La pérdida de valor ha generado complicaciones logísticas,
tanto para los bancos como para el comercio minorista, que deben manejar
grandes volúmenes de papel moneda para cubrir operaciones cotidianas. A
mediados de 2024, el billete de $1.000 representaba más del 50% del total de
billetes en circulación, según datos del Banco Central.
Esta problemática llevó a la emisión de billetes de mayor
denominación, como el de $2.000 en mayo de 2023, el de $10.000 en mayo de 2024,
y el de $20.000 en noviembre de 2024. Sin embargo, todos ellos han comenzado a
perder poder de compra desde su lanzamiento. Si bien el presidente Javier Milei
había anunciado la posibilidad de un billete de $50.000, el Banco Central no ha
confirmado avances en ese sentido. La escasez de billetes de alto valor sigue
afectando la fluidez del comercio y la vida diaria de los argentinos.