Un día como hoy, hace 58 años, el mundo entero posaba sus
ojos en Las Vegas, Nevada. No se trataba de un espectáculo más en la vibrante
ciudad del juego, sino de un evento que unía a dos figuras icónicas: Elvis
Presley, el hombre que revolucionó la música y el corazón de millones de fans,
y Priscilla Beaulieu, la joven a quien conoció siendo apenas una adolescente.
En una ceremonia que duró tan solo ocho minutos, celebrada en la intimidad de
una suite del Hotel Aladdin, la pareja se juraba amor eterno, sellando una
relación que había comenzado de manera inusual en Alemania en 1959.
La historia de amor entre Elvis, entonces de 24 años y en
la cima de su carrera tras el éxito de "Heartbreak Hotel", y
Priscilla, una niña de 14 años que residía en Alemania junto a su familia
mientras él realizaba su servicio militar, había mantenido un perfil bajo
durante sus inicios. Presentados en una fiesta juvenil, el flechazo fue
instantáneo para el Rey. "Vaya, eres solo una niña", fueron sus
palabras al conocerla, una frase que resumía la diferencia de edad que, sin
embargo, no impidió que años después Priscilla se mudara a Graceland, la
legendaria mansión de Elvis en Memphis.
Bajo la atenta mirada de los flashes, la relación se
consolidó. Elvis, protector y a su manera, visionario, moldeó a Priscilla a su
gusto, desde su educación en un colegio de monjas hasta la elección de su
vestuario y actividades. Para Priscilla, acompañar a una estrella de tal
magnitud implicaba una exigencia constante por estar a la altura, relegando a
menudo sus propias necesidades.
Siete años después de aquel primer encuentro en Alemania, y
tras una propuesta de matrimonio en la Navidad de 1966, la pareja contrajo
matrimonio en la fugaz ceremonia de Las Vegas. La boda, aunque breve y con
pocos invitados, generó un revuelo mediático internacional, cumpliendo el
objetivo de acallar los rumores y presentando al mundo a los recién casados en
las portadas de diarios de todo el planeta.
Sin embargo, la felicidad conyugal no duraría para siempre.
Las extensas giras de Elvis y sus infidelidades, confirmadas por Priscilla a
través de su correspondencia privada, comenzaron a erosionar la relación. El
nacimiento de su única hija, Lisa Marie Presley, en 1968, no logró reavivar la
llama inicial. A esto se sumaron las adicciones de Elvis, quien luchaba contra
la presión de su estrellato y el paso del tiempo, recurriendo a un cóctel de
fármacos que también intentó compartir con su esposa.
Finalmente, Priscilla tomó la difícil decisión de poner fin
a un matrimonio que le causaba dolor. La separación llegó en 1972 y el divorcio
definitivo se firmó un año después. A pesar del final de su vida conyugal, el
vínculo entre Elvis y Priscilla se mantuvo afectuoso. Ella siempre reconoció la
bondad genuina de él y lo recibió en su hogar en sus visitas inesperadas.
Priscilla fue un refugio para Elvis en medio de la vorágine de su fama, y su
apoyo perduró incluso después de que ambos rehicieran sus vidas. Aquella
ceremonia de ocho minutos en Las Vegas fue solo el inicio de una historia
compleja y fascinante que trascendió el tiempo y sigue resonando en la memoria
colectiva.
P.D.J.S.