Gustavo Daniel Parisi, más conocido como Cucho, es cantante y fundador de Los Auténticos Decadentes, el grupo argentino que con 26 años de trayectoria es sinónimo de alegría y diversión popular en toda Latinoamérica. La imagen de este músico de 51 es la personificación del típico argentino de barrio, caradura y chamuyero. Desvergonzado, su estética fue mutando por los disfraces y las pelucas.
Cucho asistió a un colegio religioso, solo de hombres. Como en la famosa canción –"No quiero trabajar"-, sus padres no querían que se dedicara a la música y preferían que estudiara una carrera tradicional. Su rebeldía hizo que eso no sucediera, y se la jugó porque "la gente se enamore de su voz". Y nunca creyó que, al fin, algo que comenzó casi como una humorada -hacer canciones para lograr acercarse a las mujeres- se convertiría en la puerta al éxito.
—¿Seguís con la misma pasión, con las mismas ganas de cuando empezaste?
—Sí. Bah… ¿Qué sé yo? Uno va evolucionando. ¡O al revés! Va haciendo repeticiones (risas). La gente me para y me dice: "¡Gracias por la alegría!", "¡Gracias por lo que hicieron en mi vida, el aliento que me dieron". Y entonces pienso: "¡Chau!, hicimos algo bueno". En los Decadentes vas a encontrar fiesta hasta en lo más romántico. Y el humor siempre fue algo característico, nos salvó la vida.
—¿Qué querías ser cuando eras chico?
—Cómico y DJ.
Nunca imaginaste que te pasaría todo esto?
—No. Cuando empezamos, a los 18 años, eramos muy chicos. Nos subimos por anarquía al escenario y no me había preparado para eso. La música sí era una evasión y un contacto con otro mundo, que me transportaba y me dejaba vivir otra realidad. Eso de chiquito, sin saber, sin ejecutar instrumentos; ponele, como oyente. Yo quería ser como Mick Jagger pero era más parecido a Johnny Tolengo (risas).