El 24 de mayo de 2015, el sable corvo del General José de
San Martín regresó a su lugar de honor en el Museo Histórico Nacional, un hecho
que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner encabezó con un emotivo
acto. Diez años después, su historia sigue cautivando, revelando un recorrido
tan épico como el de su ilustre dueño, marcado por batallas, exilios, legados
inesperados y hasta dos audaces robos.
Un arma forjada en Oriente y adquirida en Londres
San Martín adquirió este singular sable, de origen árabe o
persa y forjado en el Lejano Oriente durante el siglo XVIII, de segunda mano en
Londres. Se dice que su sencillez y ausencia de lujos (carece de detalles en
oro o piedras preciosas) reflejan fielmente la personalidad del Libertador. La
hoja, de acero de Damasco, reconocida por su calidad, filo y ligereza, pesaba
un kilo y medio con su vaina, que estaba recubierta en cuero y bronce. Se cree
que San Martín fue pionero en introducir este tipo de arma en Sudamérica.
De las campañas libertadoras al legado a Rosas
El sable acompañó al General en todas sus campañas
independentistas. Tras su encuentro con Simón Bolívar en Guayaquil, San Martín
lo dejó en Mendoza en manos de María Josefa Morales. Años más tarde, cuando su
hija Mercedes y su yerno Mariano Balcarce viajaron a Buenos Aires, el viejo
general les encomendó: "Traigan mi sable corvo, que me ha servido en todas
las campañas en América y servirá para algún nietecito, si es que lo
tengo".
Sin embargo, en un giro inesperado, San Martín legó el
sable a Juan Manuel de Rosas en su testamento de enero de 1844. Impresionado
por la defensa de la soberanía argentina que Rosas realizó ante el bloqueo
anglo-francés del Río de la Plata, San Martín dejó estipulado que el sable
sería entregado al "General de la República Argentina D. Juan Manuel de
Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver
la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas
pretensiones de los extranjeros que tratan de humillarla”.
El paso por manos de Rosas y su llegada al Museo
Tras la muerte de San Martín en 1850, el sable quedó en
posesión de Rosas, quien lo conservó como una reliquia en un cofre con una
placa grabada de la cláusula testamentaria. A su fallecimiento en 1877, el arma
pasó a manos de su hija Manuela y su yerno Máximo Terrero. Luego de un tiempo,
y tras consultas con la familia, fue entregado al Museo Histórico Nacional en
1897, donde se exhibió por décadas. Su llegada, aunque esperada, generó algunas
resistencias debido a la figura de Rosas, resultando en un acto de recepción
con pocas presencias de altos oficiales.
Los robos y el regreso definitivo
La historia del sable cobró un nuevo dramatismo en la
década de 1960. El 12 de agosto de 1963, fue robado por un grupo de la juventud
peronista, siendo recuperado días después. Menos de dos años más tarde, el 19
de agosto de 1965, fue sustraído nuevamente por peronistas, pero recuperado
meses más tarde. Ante estos incidentes, el sable fue trasladado a un templete
blindado en el Regimiento de Granaderos a Caballo para su mayor seguridad.
Finalmente, el 24 de mayo de 2015, en un acto cargado de
simbolismo, el sable corvo de San Martín fue trasladado desde el Regimiento de
Granaderos a Caballo, pasando por la Catedral Metropolitana para ser bendecido,
hasta su actual ubicación en el Museo Histórico Nacional, donde continúa siendo
una pieza fundamental de la historia argentina y un testimonio del legado de su
Libertador.