La Plaza de San Pedro vibró con una atmósfera cargada de
historia y simbolismo durante la primera aparición de León XIV desde la Logia
de las Bendiciones. El nuevo pontífice, Robert Prevost, impactó al mundo no
solo con su presencia, sino también al restaurar elementos litúrgicos que
habían caído en desuso durante el papado de su predecesor, Francisco.
La estola ricamente bordada, la muceta roja de armiño y el
cíngulo dorado que lució León XIV evocaron una conexión directa con siglos de
tradición papal. Incluso el Anillo del Pescador, símbolo de su autoridad como
sucesor de Pedro, completó una imagen que transmitió continuidad y herencia,
más que ruptura. Este despliegue visual contrastó notablemente con la sobriedad
que caracterizó las vestimentas de Francisco en sus primeras apariciones.
Sin embargo, la solemnidad de los ornamentos no eclipsó la
calidez y humildad del primer discurso de León XIV. Con una voz clara y
visiblemente emocionado, el nuevo Papa dirigió un saludo de paz a la multitud
congregada: "Este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor
que dio su vida por el rebaño de Dios. La paz sea con ustedes". Un llamado
a la paz que definió como "desarmante, humilde y perseverante", un
mensaje de unidad y esperanza ante las incertidumbres globales.
En un gesto de reconocimiento y continuidad, León XIV
recordó la figura de su antecesor, Francisco, pidiendo que la luz de su
bendición siga iluminando a Roma y al mundo. "¡Gracias al Papa
Francisco!", exclamó, mostrando gratitud y respeto por el legado reciente
de la Iglesia.
El Papa, con profundas raíces misioneras en Perú, también
dedicó un saludo especial a su antigua diócesis de Chiclayo, reconociendo el
apoyo y la fe de su pueblo. En español, expresó su profunda conexión con esa
comunidad.
En su mensaje, León XIV enfatizó la visión de una
"Iglesia sinodal", unida, valiente en la proclamación del Evangelio,
constructora de puentes y comprometida con la paz y la justicia. Como agustino
con experiencia misionera, subrayó la necesidad de una Iglesia cercana a los
pobres y sufrientes, con un corazón abierto y caritativo hacia todos.
El acto culminó con una invitación a la oración, pidiendo
la intercesión de la Virgen María por la paz mundial y la unidad de la Iglesia,
finalizando con un sencillo Ave María. La ceremonia en la Plaza de San Pedro
combinó así el simbolismo tradicional con un mensaje pastoral moderno,
sugiriendo un pontificado que honra la historia sin renunciar a los desafíos
del presente. La elección de León XIV de revestirse con la tradición, pero
hablar con un lenguaje de hoy, marca un inicio de pontificado lleno de significado
y expectativas.
P.D.J.S.