"Ya estamos en el avión", escribió el excombatiente Esteban "Coqui" Flores por Whatsapp a las 14 de este sábado. Estaba en el aeropuerto de Río Gallegos, Santa Cruz, con una veintena de sus pares a tan solo 699 kilómetros de Malvinas, el destino más soñado de los últimos días. El sitio en que, sobre todo, curarán sus heridas de guerra, 42 años después.
El mensaje se amplió más abajo, pero manteniendo su rigor cuasi telegráfico, por el apuro y seguramente- por la gigantesca expectativa de los tripulantes: "La emoción es enorme, los muchachos están al tope", describió "Coqui" antes de un par de emojis de saludos finales y la celeste y blanca ondeando.
El excombatiente del mensaje es nuevamente coordinador del grupo de 20 camaradas suyos que formaron el cuarto contingente que fue a Malvinas y que forma parte de una iniciativa impulsada por el Gobierno provincial, como política de Estado malvinizadora.
La delegación había partido en la mañana del viernes junto a dos periodistas que los acompañarán durante todo el periplo por el sur del continente. En las islas estarán hasta el sábado que viene, cuando regrese el vuelo semanal y los conecte nuevamente por aire con el continente.
En principio, las actividades principales son la visita al cementerio de Darwin y a sitios que fueron posiciones de combate.
En el campo santo de la típica postal de las cruces blancas en filas, los exsoldados, oriundos de distintos puntos de la provincia, rendirán homenaje a sus camaradas caídos en combate.
Será una ceremonia tan especial como única. Porque allí aflorarán los recuerdos más dolorosos de haber perdido a sus pares, pero a la vez de cerrar un duelo que cada tanto socava el interior de estos combatientes eternos.
También será un ritual colectivo, porque solo los excombatientes saben lo que pasaron en el conflicto de 1982 y en la dura posguerra de olvido. Cada uno con sus experiencias a cuestas intentarán aliviar la carga, sentirse personal y espiritualmente en paz con el cierre de un círculo dramático en que para muchos se convirtió la experiencia Malvinas. Será, en paralelo, una acción sanadora en lo colectivo. Insisto: nadie más que los excombatientes saben todo lo que afrontaron y a lo que sobrevivieron.
"Es un viaje sanador para nosotros, por todo lo que vivimos en la guerra y todo lo que afrontamos en la posguerra de olvido", resumió un excombatiente ante la consulta de época, mientras embarcaba su equipaje. Sin dudas, la mejor descripción conceptual de toda esta iniciativa.
Será una ceremonia tan especial como única. Porque allí aflorarán los recuerdos más dolorosos de haber perdido a sus pares, pero a la vez de cerrar un duelo que cada tanto socava el interior de estos combatientes eternos.