Boca , que terminó igualando 1-1 con Huracán por un penal muy discutible en la última jugada del partido, pudo anoche ganar a partir del error de un adversario y del oportunismo y la capacidad de definición de Darío Benedetto, pero nada hubiera cambiado los conceptos. Porque los árboles no deberían tapar los bosques y evitar que se vea que lo importante pasa por otro lado. La realidad, la que se aprecia fecha tras fecha, es que el puntero del campeonato aparece cada día más confundido, un equipo que afronta el sprint final del certamen sin que se aprecien signos claros de lo que pretende plasmar en la cancha.
"Hay que juzgar lo hecho en 25 partidos, no se puede hablar de partidos sueltos", dijo Guillermo Barros Schelotto en la previa del choque contra Huracán. El juicio no deja bien parado a los Mellizos, porque nunca llegó a saberse con certeza cuál era la intención de su Boca, ni en la "era Tevez" ni en la posterior. Si apostaban por un conjunto de vía directa para la velocidad de los más rápidos o por otro que progrese elaborando las acciones y al ritmo de los más sabios. Si el juego lo debe conducir alguien con la característica de Gago o Bentancur, o en el eje debe mandar un jugador del estilo Barrios o Cubas. Si los laterales deben ser ofensivos o defensivos. Y así casi en cada línea del equipo.
Es cierto que la indefinición no le impidió a Boca sostener el primer puesto durante largos meses, mientras las circunstancias empujaron a favor, pero cuando las cosas se plantean de este modo los problemas surgen en cuanto el viento empieza a soplar de frente. Es el momento en que se hace imprescindible saber hacia dónde ir y cómo hacerlo, en que se necesitan las seguridades de las que hoy Boca carece.
La derrota en el superclásico no hizo más que agudizar las dudas y ni siquiera la victoria contra Newell's de siete días atrás alcanzó para reencauzar el camino. Casi lo contrario. Porque abrió un debate imprevisto en la mitad de la cancha, y su resolución terminó de desfigurar la fisonomía del equipo.
Barrios o Gago como número 5 era la discusión y Guillermo dijo "ni". Armó un galimatías incomprensible, en el que ambos se situaron en la misma línea cuando la pelota era del rival, y uno giraba en torno al otro al recuperarla, para ejercer alternativamente como primera puntada en la salida. El resultado lastró durante los 90 minutos el juego xeneize. Porque ambos se encimaron (incluso llegaron a chocarse en algún momento), mientras Pablo Pérez buscaba desesperadamente un lugar donde ubicarse, Jara deambulaba por los costados y Pavón y Benedetto quedaban desasistidos.
Rodolfo Chisleanschi PARA LA NACION